Los pequeños momentos de felicidad

Pequeños Momentos de Felicidad

 

Los pequeños momentos de felicidad, se nos escapan entre las manos. Mientras, paradógicamente la buscamos en un continuo sinsentido, sin descanso y sin fin.

Entre nosotros, os confieso que creo  que aunque nos la crucemos, no sé si podremos ni si quiera reconocerla. Menos sentirla, si estamos atrapados por los prejuicios y la vamos buscando en lugares míticos y equivocados. Quizás nos roce y se escabulla, abrumada por nuestra torpeza.

A mi gusta asociar la felicidad o su prima hermana (la serenidad), cuando sonríes porque estás donde quieres estar. ¡Plena!

Como cuando te  despiertas por la mañana, sin alarma y notas el calor de tu cama, mientras ves el día nublado por la ventana, pero tú puedes vaguear un ratito, sin que la cabeza se te vaya a mil sitios. Después de mucho trabajo personal y lograr conectar con mi parte más auténtica,  he conseguido no salir disparada nada más abrir los ojos.  Ahora puedo permitirme disfrutarlo, parar.  En el más amplio sentido de la palabra.

Levantarme   con calma y poner la cafetera mientras me voy  vistiendo y sientes como el aroma a café va envolviendo la casa. Los ratos en que paseas, sin tiempo ni destino. Cuidar de mi jardín o sentarme a dejarme acariciar por el sol. Son sensaciones, detalles cotidianos, imperceptibles,  si tenemos nuestra cabeza llena de planes, prisas y ruidos de exigencias. Hay mil momentos, si estamos atentos a la vida y somos honestos con nosotros mismos y por donde corre nuestro placer. El propio no el impuesto socialmente.

Y luego están mis momentos prínceps,  quizás porque en un tiempo fueron coartados y ya sabemos que no hay nada más atrayente que lo prohibido. Me encanta perderme en un libro, bien sea una buena novela o uno sesudo y con papel en mano, voy haciéndome mis esquemas, armando mi propio criterio, criticando o apoyando distintas cuestiones, pero sintiéndome viva e inmersa totalmente en lo que hago.

Si ya hablamos de escribir la  excitación aumenta como las revoluciones de un coche cuando aceleramos..  Al ir perfilando lo que quiero transmitir, mientras me surgen las ideas a borbotones y le voy dando forma.

Como os habréis dado cuenta, estos son mis pequeños momentos de felicidad, solo me los puedo quitar yo o la vida. No dependen de nadie más, excepto de como yo gestione las emociones con lo que me toca vivir.

Pero no toda felicidad viene de una misma. Somos seres sociales y queribles. Venimos a este mundo desnudos, necesitados de unos brazos que nos arropen. Y ese calor de un abrazo corporal o simbólico, nos hará no perdernos en esta sociedad de multitud y soledad.

Me llenan de aire fresco esos  soplos compartidos con mi gente o con alguien que te encuentras de casualidad y te aporta algo.

Con mi hijo,  cuando nos miramos cómplices por algo que no necesitamos decirnos o cuando me siento orgullosa  de cómo va  recorriendo su camino en la vida. Y hablando de tiempo compartido y de sentirme acompañada, no puedo dejar de mencionar a mis amigas y amigos, con   nuestras charradas profundas, risas tontas (a veces, sin saber muy bien el motivo) o notar las  lágrimas mientras nos cogemos de la mano. Pero la compañía no solo puede ser humana, ¿Quién no se ha sentido conmovido cuando su gatita le mira y le busca? Yo sí. Me encanta disfrutar de Heidi, mi pequeña trasto.

Y luego  ya están los momentos clichés,  que  la gente asocia con la felicidad absoluta,  encontrar a alguien y que me haga sentir completa en todo.¡ Cómo si el tema fuera sencillo! Claro que todos nos hemos enamorado y hemos sentido esos de fuegos artificiales,  que nos venden en las  películas. ¡Y sí, es fantástico! Pero a mí la verdad,   no sé si   producto de mi edad, lo que me provoca si viene la pasión sin más compañía,  es muchísima pereza.   A estas alturas yo me quedó con  desear permanecer con alguien, a pesar de ser otro totalmente distinto a mí.

Y como no podría ser de otra manera, está el tiempo con mis pacientes, en que te olvidas de ti misma. Para crear  una sintonía compartida, llena de respeto e intimidad. Con retazos de verdadera emoción.

Estos son mis pequeños momentos de felicidad, también hay otros de tristeza, angustia, enfado y decepción, conmigo misma y con los demás, con cada uno que he mencionado. Sin ideales ni edulcoramientos. No creo en la búsqueda de la felicidad cuando tenga más dinero, cuando me jubile ni cuando alcance calmar a  mi insatisfecho narcisismo. Creo en la felicidad de hoy, con la que me tropiezo y le sonrió día a día, si me siento con ánimo para hacerlo.

 

Elisa Peinado-Psicóloga en Zaragoza