Resaca de Navidad

Resaca de Navidad

 

Ya ha pasado la Nochebuena y estamos inmersos en la resaca de Navidad. Una vez pasados estos días, regresamos  a nuestro destino, después de ir a nuestra a casa familiar, que parece obligatorio. ¿Quién no se acuerda del legendario lema del anuncio de El almendro? “Vuelve, a casa vuelve, por Navidad” Y es cierto, volvemos y retornamos…

No sé si liberados después de tanta festividad, emotividad, regalos con bolsas multicolores, familias unidas (unas más que otras) y angustias, que nos asaltaron sin dejar tregua.

Las Navidades no dejan indiferente a nadie. De hecho, es la época más delicada mentalmente junto a septiembre, con la vuelta de las vacaciones anheladas. Las cuáles, la mayoría de las veces no alcanzan a nuestras expectativas, por bucólicas o por demasiado tiempo junto a los seres queridos, que quizás no lo son tanto en las distancias cortas.

Hay personas que se dejan envolver por el espíritu navideño, como si con una maquina del tiempo, se trasladaran a un lugar mágico, en que Disney se queda corto.

Otros, lo viven de una manera religiosa, conmovidos por el nacimiento de Jesús y su celebración en estos días. Especiales, pero no únicos para su actitud ante la vida.

Algunos las viven con tranquilidad, sin grandes aspavientos.

Los hay que dicen: “Yo paso de las Navidades” o “estoy harto  y todavía no han llegado”. Pero claro no hace falta mirar profundo para saber que si evitas algo con mucho rechazo y beligerancia, es porque desde luego no te deja impasible.

Si tanto conmueven, nos podemos preguntar…¿Qué factores están en juego?

En estas fechas, nos cuestionamos y nos afloran emociones que durante el resto del año mantenemos a raya. Hasta que llegan cada vez más apresurados los escaparates navideños y con ellos la inquietud que se va apoderando del cuerpo y de la mente.

Socialmente estamos atravesados por las garras del capitalismo, el consumismo voraz y como lucirnos de manera que nos vean. Hay una inercia incontrolable para comprar, regalar, quedar a comidas, mostrar modelitos y sonrisas de ensueño. Personas que si no entran en el bucle “quiero todo lo que brilla” se descomponen, pensando lo felices que serían si tuvieran dinero para hacer lo que no pueden. ¡Cuánta ingenuidad!

Y en este consumismo, si no nos dejamos engañar por las falsas apariencias, algo pasa en el ambiente produciéndose un “abracadabra” general, en que las personas de pronto se transforman en altruistas y (pre)ocupados por los que sufren. Pero claro el espíritu navideño es efímero. ¿Cómo soportar tanta humanidad intensa a lo largo del tiempo? Nos llega la resaca de Navidad y se acabó la empatía por los demás.

A otros, las fiestas les abre una puerta como en “ Narnia” y espontáneamente entran sus recuerdos más arcaicos de hechos traumáticos de sus vidas o de los trapos sucios familiares. Cicatrices no curadas, que por mucho que celebramos con marisco y champan caro, no desaparecen.

Tampoco pueden poner un punto y aparte los que desearían tener la familia mítica. Y claro, ¿quién la tiene? La frustración está servida en bandeja de plata.

No creo que haya un tiempo más bipolar que este. Gente maniaca  de alegría y postureo. A la par, que otros tristes y deprimidos, por el contacto con nuestras limitaciones, ideales inalcanzables y soledad. Porque de nada sirve estar rodeado de una multitud, si no nos acompañamos a nosotros mismos.

Las luces brillan y los villancicos suenan, pero no para todos.

 

Elisa Peinado-Psicóloga en Zaragoza