La envidia
La envidia es la hermanastra que todos quieren obviar, pero que aparece frecuentemente por aquí y por allá, camuflada de muchos modos y maneras.
¿Cuántas veces estamos contando una anécdota de algo que nos ocurre con una persona que no logramos ponerle nombre? Y de pronto, alguien nos dice: “te tiene envidia”.
La RAE la ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee. Lo que faltaría por añadir que es un sentimiento insaciable, no tiene nada que ver con lo que se envidia. Es todo, se comería al que se envidia, incluso se le llegaría a destruir porque se proyecta todo lo malo en él. Sin poder reconocer que el odio sentido, viene de la falta de lo que uno no tiene y no soporta que lo posea el otro. Un fantasma que nos atraviesa desde nuestros primeros tiempos, en que nos sentimos que no fuimos suficiente queridos, la “madre” o el mundo fueron malos.
Macarena me cuenta como una amiga suya desde que pudo empezar a tener “mejor vida”. Puede permitirse viajar y vivir experiencias que siempre había deseado. Le ataca sin parangón, en cualquier momento. Ella no entendía y le hacía sentir muy culpable, hasta que poco a poco logró encontrar significados a lo que ocurría.
Beatriz vive una situación parecida pero más sibilina, una compañera y amiga de trabajo, le admira por su inteligencia y capacidad de desenvolverse. Se lo dice dada la ocasión. Lo que tiene más dificultad para verbalizar es su envidia que la corree cuando Beatriz tiene algún éxito. Entonces se suma al triunfo, como si ella formara parte de él (quedando en un lugar desafortunado, porque evidencia su poco contacto con la realidad). Lo que provoca que luego de manera velada se lo devuelve con palabras o hechos bastante agresivos, eso sí, sonriendo. Todo edulcorado.
Todos hemos sentido alguna vez la envidia, unos la tenemos más integrada y metabolizada que otros. Dependerá de nuestra capacidad de madurez, nuestra pulsión voraz de arrasar con todo y de poder tolerar nuestras limitaciones. Dicho así, suena sencillo pero nada más lejos de la realidad. Alegrarnos de lo bueno de los demás, no es algo frecuente, aunque seamos políticamente correctos. En mi pueblo, se dice falsos.
Para ello tenemos que estar más inmersos en nuestra vida y en ir creando nuestros proyectos e ilusiones y no estar mirando por la ventana a ver qué tiene nuestro vecino. ¡Los dioses nos libren del tormento e inquina de un envidioso desatado!
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