Fin del letargo navideño

Fin del letargo navideño

 

Llega el fin del letargo navideño, de los brindis oportunos, los modelitos  glamurosos y los buenos deseos (que sólo aparecen en esta época), estamos en plena cuesta de enero.

Se acerca una ola de frío (dicen), los bombardeos de las guerras siguen sonando, aunque cada vez producen menos efecto. Ya casi ni los oímos.
Poco a poco, las hemos ido normalizando, igual que a los psicópatas ocupando puestos de gobierno. Aceptando palabras y asumiendo hechos, que producen escalofríos, pero no hacemos nada. Supongo que intentar vivir.  ¿Qué otra cosa nos queda? Si estamos sumidos en un letargo insidioso.

Todos opinamos, pero desde la barrera, protegidos y envueltos en esa armadura individualista. Hasta que más que tocados, necesitamos estar hundidos para enterarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor.

Hemos perdido nuestro sentido existencial envueltos por esta sociedad, pensando que teníamos que esforzarnos para ser felices. Da igual a qué dios nos hayamos sometido, sea cual sea, caminamos bajo su yugo. Sea dinero, poder, hedonismo, etc. Nunca antes nos habíamos sentido tan sobreexigidos, aunque nos creemos  que somos seres libres del siglo XXI.

Pero no nos inquietemos, siempre nos quedan las rebajas, el entretenimiento de las pantallas (donde intentamos mostrar nuestros mejores ropajes) y cualquier festividad, que siempre es bueno celebrar, igual que marionetas movidas por los hilos de la conveniencia.