La sustancia
La sustancia dirigida por Coralie Fargeat y protagonizada por Margaret Qualley y Demi Moore, se desarrolla en dos escenarios principalmente. Por un lado, un estudio de televisión trepidante, dominado por la cosificación feroz del cuerpo femenino, por otro lado, el ático, donde viven la-s protagonista-s, lujoso, aséptico, con vistas a todo. Un palco esplendoroso, para ver el escenario de la vida, y la par, burbuja aterradora del odio más atroz hacia las partes de uno mismo, que no podemos integrar.
De un modo vibrante nos va contando la historia de una estrella de Hollywood en decadencia, que de nada le ha servido toda su trayectoria profesional de éxitos y reconocimiento. A punto de cumplir 50 años, es despedida sin contemplaciones de un programa televisivo de fitness, en el cual había logrado mantenerse trabajando, como última oportunidad. Pero también la despiden diciéndole: “El público siempre pide algo nuevo, es inevitable. A los cincuenta, pues, se acaba” , “no hacen caridad”. Su cuerpo, ni joven ni ideal, ya no despierta deseo en la audiencia. Es tirada como un mueble roto e inservible.
Ella desesperada, después de toda su vida dedicada al culto a su cuerpo, no le queda nada. No sabe quién es, no tiene familia, ni amigos, ni ilusiones. Solo una autoestima rota, hecha añicos, con una necesidad imperiosa de la continua mirada y admiración de los otros, para poder sostenerse como persona y sentirse alguien.
La protagonista igual que un bebé de meses, necesita la ilusionante mirada del otro, para poder ir creando su psiquismo e integrar su cuerpo, como propio y valioso. Vamos viendo cómo algo no se constituyó bien en ella, se quedó fijada ahí en esa etapa y busca incasablemente, lo que nunca logro crear dentro. Pero por un atajo, que no la llevara a ninguna parte. O debería decir, a la destrucción.
En esta tesitura se encuentra con la sustancia, un producto revolucionario basado en la división celular, que crea un alter ego más joven, más bello, más perfecto. ¿Cómo resistirse a la promesa que ofrece: “Tú, pero mejor en todos los sentidos”? Vende su alma al diablo y hace un pacto fáustico, con consecuencias aterradoras.
Cada siete días será ella y otros siete su alter ego. Sue, joven, hermosa, desafiando la ley de la gravedad. Esas son las normas inquebrantables, para que todo vaya bien, entre las dos, ¡que es una! ¿Podrá cumplirlas? ¿O se dejará llevar por el aroma irresistible del elixir de la belleza permanente? No puede. Vemos cómo la protagonista se escinde psíquicamente, una división interna entre dos personalidades contradictorias. Por un lado se ama a sí misma, por otro se odia ya que ve como se le desvanece la juventud. El envejecimiento es proyectado como una parte monstruosa de sí misma que tiene que ser eliminada, dando lugar a un auto-odio feroz. Viéndose como alguien externo que debe ser combatido, para seguir siendo aceptada en el mundo. ¡Al precio que sea!
Así, a ritmo de una banda sonora trepidante, la directora nos va mostrando su crítica hacia la sociedad postmoderna. Un continuo discurrir de colores chicle electrizantes, cuerpos de carne desgarrada, sangre chorreando, sed insaciable de inmortalidad, narcisismos rotos, odio implacable hacia las partes de uno mimo que no podemos soportar y escenas grotescas de todo tipo. Ver para creer.
Con golpes de estilo hiperbólico y dantesco, desgrana la trampa mortal y perversa en la que vivimos. Una idealización de la belleza y juventud, como valores humanos imprescindibles para ser (bien)vistos. Extasiados maniacamente, en el deseo de parar el tiempo en nuestros cuerpos, nos esclavizamos y sacrificamos, con estrictas dietas, sesiones de ejercicio incansables, tratamientos estéticos milagrosos y cirugías adictivas, que nunca logran encarnar la fantasía deseada. Cuerpos y rostros, cada vez más tersos, siguiendo los imperantes cánones de belleza, pero más plastificados e inexpresivos, representando la muerte en vida. Máscaras frías, en vez de caras pinceladas por las marcas de la edad.
A través del productor, casposo y misógino, nos hace guiños sobre cómo en nuestra cultura hay un castigo implacable (sobre todo en las mujeres), a los signos en el cuerpo que den constancia al paso de la edad. Una mujer que se engorda, no se tiñe las canas, no se cuida, no se maquilla y un no, continuo; denota dejadez y descuido. Siendo excluida del club de las mujeres, para pasar a ser una vieja.
Es llamativo ver día a día, como se denigra en redes sociales a las mujeres “famosas”, si ya no son tan delgaditas o son demasiado mayores, y no lo disimulan. O no son suficientemente atractivas, para el hombre con quien están de pareja. Lo más triste, es que normalmente ese ejercito de críticas despiadadas somos las mujeres hacia las otras. También hacia nosotras mismas.
Magistral la escena en que Demi Moore, está en el baño para salir, no puede soportar el rostro que le devuelve el espejo y acaba emborronándoselo, con el carmín de labios rojo pasión. ¡Cuántos narcisismos rotos, que no pueden mirarse ni encontrarse! Ni tampoco darse la oportunidad de lo erótico del deseo. Vemos el peso de la cultura incorporada, en nuestro más profundo ser y castigándonos por no alcanzar el ideal. Imposible siempre, por definición.
Y yo me pregunto: ¿De qué belleza se habla en la película? ¿En que se han convertido los cuerpos? Si nos fijamos hay todo un tránsito de planos largos en la grabación del programa de fitness cuando lo interpreta Elizabeth con sus 50 años, a planos muy cortos, cuando lo hace la joven Sue, con su cuerpo sexy y vigoroso. Se ve el tránsito, de la búsqueda de impacto, mostrando el cuerpo fragmentado, en una incesante repetición de partes de él sexualizadas, fetiches, que excitan a la audiencia en un continuo frenesí casi pornográfico. Y como colofón, de ese cuerpo/imagen, el pedido por parte del productor de una sonrisa perenne, pase lo que pase. ¡Siempre sonrientes!
¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por la eterna belleza? ¿Se puede cosificar más al ser humano? ¿Dónde queda la pasión piel a piel y el encuentro con el otro, más allá de la cascara de la imagen? ¿El deseo? ¿Y el sentido de la vida?
Algo que vemos tan macabro, tan excesivo y tan ridículo por momentos, quizás no está tan lejos de nosotros.
La sustancia en IDMb: https://www.imdb.com/es/title/tt17526714/
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